Los que necesitamos: Leopoldo Sanmartín, cura obrero

El párroco Leopoldo Sanmartín, cura obrero influenciado por el mayo del 68, es un destacado experto en micología y botánica. Implicado con el entorno, conquistó a los fieles siendo «uno más del pueblo” y compartiendo su saber sobre agricultura.

Música clásica y libros sobre micología ambientan y decoran su casa de Lier, donde Leopoldo Sanmartín, sacerdote en siete parrroquias de Sarria, vive «en armonía con el entorno», cultivando por igual la tierra y la mente. A sus 70 anos reniega del apelativo de Don Leopoldo y se presenta como el hermano Leo «sacerdote al servicio de todos/as», o Leo «a secas». El cura obrero que practica el reciclaje, cultiva hierbas medicinales y pone nombres de feligresas a sus colmenas, se ganó el afecto de sus vecinos, con quienes gusta de conversar. Sus particularidades fueron bien entendidas y a nadie extrañó verle trabajar en el campo con su quad —ahora sustituido por un tractor amarillo, «como el de la canción»— o subido a su tuneada bicicleta eléctrica para ayudarle a subir las cuestas.

Convencido de que un sacerdote debe ser «uno más del pueblo» y defensor del trabajo artesanal —»siempre me gustó pensar con las manos”—, Leo profesa la doctrina de la implicación con los feligreses, con quienes comparte sus vastos conocimientos sobre setas, agricultura ecológica o botánica.

Como buen hijo de maestro, se confiesa natural de «Santa María de todo el mundo», pero desde hace cuatro años es ya un sarriano más. Tras pasar una década como misionero en Perú, de donde regresó «seriamente enfermo», se instaló en Sarria para hacerse cargo de los oficios de Castelo dos Infantes, Louseiro, Calvor, Lier, Toldaos, Monseiro y Seteventos.

Descalzo

Durante su amplia trayectoria, estuvo destinado en O Courel y las parroquias monfortinas de A Estación (12 años) y Sindrán (20 anos). Allí todavía hoy recuerdan con afecto a aquel peculiar sacerdote que iba descalzo —»para estar más en contacto con la tierra y descargar energía»—, se desplazaba a caballo, no cobraba los entierros y se enfundaba con asiduidad el mono de trabajo al más puro estilo de cura obrero.

Hombre poco dado a hablar de sí mismo, son sus amigos quienes desglosan su trabajo para la comunidad: desde la rehabilitación de la iglesia de Sindrán o Santa Mariña do Monte hasta el acondicionamiento —barrena en mano— de una pista en la carretera de Monforte a Vilachá. «Dirigí y fui un obrero más», matiza Leo, quien también trabajó en la cerámica en Monforte y fue uno de los creadores del taller eléctrico XYZ.

«Yo trataba de pasar de esa imagen de cura dictador y autoritario, que siempre tiene la razón, para ser uno más del pueblo», dice el sacerdote, al tiempo que reconoce cierta simpatía por los ideales de Mayo del 68. «En octubre de ese año fui a las vendimias a Francia para conectar con esos movimientos», apunta.

Setas

1968 fue también el año de iniciación en otra de sus grandes pasiones, la micología, ciencia con la que contactó por «casualidad» y de la que es hoy uno de los mayores expertos de Galicia. «Estaba recogiendo unos papeles para reciclaje para Cáritas y don Julio, médico de Monforte, había tirado unos libros con dibujos de setas y los aparté”, rememora.

Aquellas obras de Roberto Lotina —que todavía conserva con primor— cautivaron al sacerdote, quien, de forma «totalmente autodidacta», profundizó en este saber y fundó, junto con Antón Patiño, la ya treintañera agrupación micológica Os Lactouros de Monforte de Lemos.

La asociación programó conferencias con personalidades «de talla» como Mariano García Rollán, mientras Leopoldo, ávido de conocimientos, grababa sus intervenciones para aprender.

En una Galicia que llegó a ser micófoba «por la influencia cultural del clero y de los sectores conservadores», es precisamente hoy un sacerdote uno de los mayores especialistas en micología. Otra de las particularidades de Leo, reclamado para impartir charlas sobre la materia —tanto en foros específicos como en encuentros con escolares—, donde recita un repertorio de nombres técnicos de setas, sabiéndose alumno aventajado por los conocimientos de latín de la época de seminarista.

Botánica

En su casa de Lier, el sacerdote se vuelca también en sus colmenas y en su jardín botánico, donde posee todo tipo de plantas «con la mínima intervención de la mano del hombre, lo que se llama permacultura», aclara. En la huerta y el invernadero proliferan la salvia, hierba luisa, solda consolda (para fracturas de huesos, golpes o esguinces), melisa (todo un antídoto «para las borracheras»), la valeriana —»que es relajante, no así su olor, a pies sucios»—, la onagra («cardiotónica»), borraja («buenísima para el corazón»), hinojo («para aumentar el nivel de leche de las madres lactantes»), diente de león («medicina para el hígado»), nébeda («para las explosiones que siguen a la ingesta de castañas»), tupinambo («en Alemania, en el tiempo de la posguerra, la llamaban patatas bravas») e incluso, la soja blanca, pero «de la auténtica, porque ahora toda es transgénica», dice.

El hermano Leo practica el ecologismo, pero bien entendido. «Los seres humanos están antes que los animales. No se puede proteger y cuidar a un oso panda único y dejar morir a un negro en un cayuco porque hay más», señala.

Mientras trabaja, reflexiona sobre la situación mundial, con la esperanza de que la crisis actual derive «en un nuevo orden económico más justo, porque este orden es el que provoca el hambre en el mundo». En Lier, vive «relajado y en contacto con la naturaleza», valorando «los privilegios y regalos» que le otorga la vida. Y es que, según Leo, «ser feliz cuesta muy poco dinero, pero la gente se empeña en que sea caro”.

Un calendario con horarios de misas y consejos agrícolas

Leopoldo Sanmartín está ligado a la agricultura biológica y biodinámica, aquella que «tiene en cuenta la influencia del  sol, de la luna y de las estrellas». Su saber queda plasmado cada año en unos calendarios que edita para los fieles de sus parroquias y que son ya una referencia para muchos lugareños.

En ellos, recoge los horarios de misas, catequesis, ejercicios espirituales y aniversarios de cada uno de los templos que tiene encomendados, junto con recomendaciones para los agricultores sobre los mejores días del año para las tareas del campo, en base a la luna. «Hay fenómenos, como eclipses y otras influencias cósmicas, que hacen que determinados días no sean favorables para hacer labores en la tierra», explica el sacerdote en su calendario, donde marca estos días con paréntesis para servir de guía a los agricultores.

Su iniciativa resultó todo un éxito. «Los feligreses están encantados. Empecé haciendo doscientos calendarios y ahora ya voy por los trescientos y pocos me sobran», asegura el párroco.

Fuente:   buenasiembra.com.ar

1 comentario

Archivado bajo alma, budismo, espiritu, iluminacion, meditacion, paz interior, zen

Una respuesta a “Los que necesitamos: Leopoldo Sanmartín, cura obrero

  1. angel

    Como hermano d Leo, tal vez mi comentario sobra. Es una vida en total armonía con la naturaleza y el entorno. A veces nos empeñamos en buscar la felicidad x otros derroteros + complicados, cuando la tenemos + al alcance d la mano, dentro d ntro. corazón. Salu2 cariñosos. Angel

Deja un comentario